“Mi problema con la palabra accidente es que implica que el azar –de una variedad desfavorable- juega
un papel mayor en la causa de estos eventos. Esto sugiere que las colisiones que involucran vehículos a
motor ocurren en una base aleatoria y son entonces completamente impredecibles y enteramente no
prevenibles” (Galen Poole).

Con esto quiero fundamentar la necesidad de no utilizar el término accidente para denominar a los hechos, con o sin lesión, tales como las
colisiones de transporte, atropellamientos o cualquiera de los mecanismos lesionales descriptos para el trauma no intencional.
El término accidente es ampliamente usado tanto en el ámbito popular como técnico. Sin embargo, de la revisión sobre el uso popular de la palabra accidente y las consecuencias que dicho uso acarrea surge la necesidad de su reemplazo. Cada vez que usamos el término accidente, además de no estar denominando correctamente al hecho en sí, estamos sugiriendo que es en vano trabajar en prevención, dado que resulta improbable que podamos controlar las variables que definen al término accidente, a saber: el azar, el error y el designio divino.
􀁸􀀃 Según su acepción más corriente, el accidente refiere a un suceso imprevisto, generalmente desgraciado, que altera la marcha normal de las cosas. Al sugerir que se trata de un suceso inesperado, el uso de la palabra accidente obstaculiza el estudio de la problemática, dado que un accidente no es producto del azar ni de la fatalidad, ni tampoco intencional, en el sentido de querer conscientemente producir un daño.

El desarrollo de este artículo ha sido ampliado y modificado por sus autores de “Bosque, L.; Neira, J. El término accidente”. En Trauma Prioridades. San Román E; Neira J; Tisminetzky, G. (Eds). Editorial Panamericana. Bs. As. 2002. pp 19-20. Poole, G. “A plea for prevention.” J. Trauma. 1998; 45:394. Las causas de los traumatismos pueden clasificarse en intencionales y no intencionales. Las intencionales agrupan a los homicidios, los suicidios y otras violencias. Las causas no intencionales, también denominadas accidentales, incluyen a las colisiones de vehículos a motor, las caídas, las lesiones producidas en ámbitos laborales, en espacios domésticos y las que se producen en ámbitos recreativos y escolares.
La palabra accidente también se utiliza para describir el error humano. Esta utilización tiene como resultado la exclusión del sujeto de la secuencia que deriva en una lesión no intencional, haciendo imposible analizar las acciones que conducen a la conducta de riesgo.
La producción de un accidente también suele atribuirse al destino o al designio divino. Esta creencia, al funcionar como premisa, impide la toma de conciencia de los factores determinantes del hecho y dificulta la implementación de estrategias para prevenir su ocurrencia.
La connotación del término accidente hace que su uso sea el primer obstáculo determinante al que debamos enfrentarnos. Utilizar una denominación errónea e inexacta para definir al trauma9 no intencional es un error conceptual que estamos en condiciones de reparar. La prevención requiere que actuemos en función de lo nombrado. Si decimos accidente, nombramos la representación que del término resulta.
No es acertado subestimar la necesidad de reemplazar el término. Tampoco lo es referirse a un tema sin llamarlo por su nombre. Sabemos del arraigo que el término accidente tiene en nuestro vocabulario y también en la construcción de nuestro imaginario social respecto de los mecanismos que conducen a la ocurrencia de hechos traumáticos. Este conocimiento es el que
precisamente nos lleva a solicitar la adhesión necesaria para no usar el término cuando de definir el trauma o de dar cuenta de sus mecanismos lesionales se trate.
La necesidad de sustituir el término también está dada por el hecho de que la palabra accidente no tiene en cuenta la producción de lesiones intencionales, ya sean autoinflingidas o inflingidas a terceros (suicidios, homicidios y otras violencias como el terrorismo en sus variadas formas y las guerras). Entonces, la prevención y el control de lesiones excede al término accidente ya que las lesiones intencionales son también prevenibles mediante estrategias de intervención adecuadas y conociendo sus aspectos epidemiológicos. En los últimos años, hemos avanzado en la resolución de este punto crucial a partir del consenso respecto a la sustitución del término accidente. Este logro coincide Loimer, H.; Dr. Iur, M.; Guarnieri, M.: “Accidents and Acts of God: A History of the Terms.” Am.J.Public Health. 1996; 86:101.
Se define al trauma, traumatismo o lesión como el daño intencional o no intencional causado al organismo por su brusca exposición a fuentes de energía mecánica, química, térmica, eléctrica o radiante que sobrepasan su margen de tolerancia, o a la ausencia de elementos esenciales para la vida como el calor y el oxígeno. Con el reconocimiento del término accidente como el obstáculo primordial para trabajar en prevención. De ello se desprende la consecuente recomendación de utilizar una terminología más adecuada que subraye la afirmación de que los hechos no son
accidentes y, por lo tanto, las lesiones no son accidentales Bajo el acertado título Una solicitud a favor de la prevención, Galen Poole, se refiere al arraigo de la denominación accidente de vehículo a motor (AVM) en el ámbito médico, en la literatura especializada y en la Clasificación Internacional de Enfermedades. Su solicitud fortalece el argumento relativo a la dificultad que el uso del término accidente acarrea para quienes reconocen la necesidad de trabajar en la
prevención y el control de las lesiones.
La Organización Mundial de la Salud, en su informe publicado este año, señala que las colisiones en las vías de tránsito son la segunda de las principales causas de muerte a nivel mundial entre los jóvenes de cinco a 29 años de edad, y la tercera entre la población de 30 a 44 años. Esas colisiones dejan cada año un saldo de 1,2 millones de muertos y de hasta 50 millones más de personas heridas o discapacitadas. … “Miles de personas mueren cada día en las vías de tránsito del mundo entero. No nos referimos a sucesos debidos al azar o «accidentes». Nos referimos a las colisiones en las vías de Modificado de Robertson, L.S., “Injuries. Causes, control strategies and public policy.” Massachusetts, Lexington Books, 1983.
Los siguientes artículos de la literatura internacional constituyen claros ejemplos de lo mencionado: el artículo Mechanical analysis of survival in falls from heights of fifty to one hundred and fifty feet de De Haven, es reproducido por Injury Prevention como un "Clásico de las Lesiones" dado que el mismo introduce en 1942 el concepto de que las lesiones no son accidentes, dando lugar al trabajo sobre la prevención y el control del trauma intencional y no intencional. En el artículo BMJ Bans Accident - Accidents are not unpredictable (BMJ
bans "accidents". Accidents are not unpredictable. Davis, R.M.; Pless, B. BMJ June 2001; 322:1320-1) los editores del British Medical Journal presentan la decisión de prohibir el uso del término accidente en su publicación, con el objetivo de crear conciencia acerca de la necesidad de incidir en la prevención de lesiones.
En el artículo Updating the evidence. A systematic review of what works in preventing childhood unintentional injuries: Part 1 publicado en Injury Prevention se trata de una revisión iniciada en 1992 y actualizada en los años 1993, 1996 y 2001. Otras publicaciones reafirman esta postura: Una injuria no es un accidente (1978) (Doege, T.C. An injury is no accident. N. Engl. J. Med. 1978; 298:509-10), Accidentes médicos: ¿no hay tal cosa? (1993) (Evans, L. Medical accidents: no such thing? BMJ 1993; 307:1438-9), Evitando accidentes (1999) (Doege, T.C. Eschewing accidents. JAMA 1999; 282:427), Cómo los miembros del público interpretan la palabra accidente (1999) (Girasek, D.C. How members of the public interpret the word accident. Injury
Prevention 1999; 5:19-25) y Terminología de la emergencia médica en el Reino Unido - ¿es tiempo de seguir la tendencia? (2001) (Reid, C.; Chan, L. Emergency medicine terminology in the United Kingdom - time to follow the trend? Emerg. Med. J. 2001; 18:79-80).
En 1997 recomendamos por primera vez el reemplazo del término accidente en el artículo Investigación sobre la magnitud de los accidentes y la atención médica de emergencia en la ciudad de Buenos Aires (Neira, J.; Bosque, L. e Iuliano, V Revista SAME, vol. 5 Nº 3, Buenos Aires). Desde entonces, en cada oportunidad para escribir o disertar acerca de la prevención del trauma hemos reemplazado el término y recomendado su desempleo por otro más adecuado. Además, la palabra accidente no nombra ni describe el hecho en si. 11 Poole G., “A plea for prevention”, J. Trauma, 1998; 45:394 12 OMS, Banco Mundial; “Informe mundial sobre prevención de los traumatismos causados por el tránsito”, OMS, Ginebra, 2004.
tránsito. Los riesgos se pueden comprender y en consecuencia prevenir”, señaló el Dr.
Lee Jong-wook, Director General de la Organización Mundial de la Salud. “La seguridad
vial no es accidental. Tenemos los conocimientos necesarios para actuar ya. Es una
cuestión de voluntad política”. Ahora bien, cuál es el sentido de esta cruzada en virtud del desempleo de un término? Qué beneficios conlleva para la salud de las personas el reemplazo de una palabra? La utilización de una terminología pertinente pretende que el hecho con o sin
lesión sea entendido como la consecuencia de una cadena causal de hechos y circunstancias en la que el sujeto siempre puede intervenir para evitarla o mitigar sus consecuencias. Es decir, como un hecho prevenible y previsible. Siempre y en todos los casos. Este posicionamiento ayudará a avanzar en la implementación de estrategias de prevención y control de la enfermedad trauma, que constituye en nuestro país y a nivel mundial, la primera causa de muerte para las personas menores de 45 años de edad y la tercera causa de muerte cuando se consideran todos los grupos de edad. Comprender que los mal llamados accidentes tienen causas equivale a dar un
gran paso en la implementación de medidas destinadas a evitar que se produzcan los hechos potencialmente traumáticos (prevención primaria), a asegurar que mientras se está produciendo el hecho la persona se encuentre protegida para disminuir así su morbilidad y su mortalidad (prevención secundaria) y, una vez producida la lesión como consecuencia del hecho, la persona reciba una atención precoz (rápida accesibilidad al sistema de salud), adecuada (siguiendo normas reconocidas académica y oficialmente), equitativa (todos los pacientes en esa condición deben recibir el mismo tipo de atención independientemente de su nivel de cobertura de salud) y eficiente para permitir que se reintegre a la sociedad con el menor número de secuelas físicas y funcionales (o, lo que es lo mismo, con la mejor calidad de vida posible).
Sin embargo, la falta de reconocimiento del trauma como una enfermedad hace que otros problemas de salud sean percibidos como de mayor impacto, más graves o extendidos. Esto ocurre a pesar de que las estadísticas demuestran que el trauma provoca más muertes y discapacidades que las generadas por la sumatoria del cáncer y el SIDA.
En definitiva, recomendamos reemplazar el término accidente primero desde el ámbito especializado, para después transmitirlo al público general. Poole propone por ejemplo, que se reemplace el término accidente de vehículo a motor por el de colisión o choque de vehículo a motor (CVM). Todos los hechos que resulten en lesiones a las personas o en daños a la propiedad deberían ser redenominados. Por ejemplo, colisión de vehículo a motor versus pedestre, choque de motocicletas para sugerir algunos. Los términos colisión o choque no poseen la misma connotación que el de accidente. Es por ello que pueden reducir la asunción implícita -y ampliamente aceptada- de que estos hechos ocurren por azar, son impredecibles y no prevenibles. Por consiguiente, eliminar la palabra accidente de nuestro vocabulario tiene
como objetivo que los hechos potencialmente traumáticos ya no sean asociados a las
ideas de azar, error o designio divino.

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