a impulsan la Universidad Nacional de Córdoba, el Instituto Universitario Aeronáutico e Invap
En 2011, un grupo de universitarios becados cursarán el primer año de  una especialización en radares, que en 2012 sumará otro año de cursada  para llegar a la maestría.
"Esta es una novedad en toda la región", dice el doctor Daniel Barraco,  decano de la Facultad de Matemáticas y Física (Famaf) de la Universidad  Nacional de Córdoba, una de las tres entidades que la impulsan. Las  otras son el Instituto Universitario Aeronáutico (IUA) de la Fuerza  Aérea y la empresa nuclear y espacial rionegrina Invap.
La carrera, según Barraco, tiene una finalidad precisa. Los costos de  mantenimiento de un radar durante su vida útil obligan al cliente a  pagárselo tres veces al proveedor. Para salir de ese brete, en 2001 la  Argentina decidió dejar de ser cliente y se puso a desarrollar sus  propios radares y hoy, por fin, está radarizando su enorme territorio a  un costo relativamente bajo y con tecnología propia. Además, está  diversificándose: empezó con radares de uso civil, y ahora ya desarrolló  aparatos de defensa y científicos. Todo esto requiere más diseñadores,  especialistas en soporte logístico y operadores, todos ellos más  formados.
"La nuestra es una apuesta de largo plazo. Un plantel local de usuarios  expertos nos va a permitir interactuar en situaciones reales para ir  mejorando y diversificando nuestros equipos", dice el ingeniero Tulio  Calderón, de Invap, firma que apoya la carrera con equipos, docentes y  dinero.
Por ejemplo, algunos alumnos vendrán de carreras tales como ciencias de  la atmósfera, y cuando tengan la maestría su opinión probablemente  incida en el diseño de una línea argentina de radares Doppler para  detección de tormentas.
El IUA cree que el grueso de las primeras promociones estará formado por  egresados de sus dos carreras de ingeniería (aeronáutica y  electrónica). Pero si se recuerda lo que pasó en los años sesenta y  setenta con la ingeniería y la física nucleares, dictadas en el  Instituto Balseiro, de la Comisión Nacional de Energía Atómica, no sería  raro que a la larga acudieran a Córdoba alumnos del resto de la región.  Y esto porque la Argentina es el país americano con más desarrollo  propio en radarística al sur de los Estados Unidos, y el segundo en el  mundo hispanohablante.
Un factor de competitividad
Ser la universidad de radarística por antonomasia en América del Sur a  la larga podría facilitar exportaciones. No de otro modo, algunos  extranjeros becados por el Balseiro luego dieron una mano, desde sus  países, donde se habían vuelto autoridades, para las primeras ventas de  reactores nucleares argentinos.
Desde 2001, cuando a instancias de la Fuerza Aérea la empresa Invap se  puso a desarrollar un radar de control de tránsito aerocomercial 2D, la  Argentina empezó un largo camino hacia la autosuficiencia en este rubro.  Los radares 2D o secundarios se llaman colaborativos porque  "interrogan" con un pulso de radiofrecuencia a los vuelos comerciales, y  los transpondedores ubicados a bordo de estos contestan automáticamente  la identidad y altura del avión, mientras el radar estima su rumbo y  distancia. Hoy ya existen 11 de esos aparatos instalados en aeropuertos  argentinos y vienen 11 más en camino, a un costo bastante inferior al  internacional.
Pero el país se perfila como nuevo competidor mundial gracias al  prototipo final de un equipo mucho más caro y complejo, que entró en  servicio el mes pasado, según medios internacionales de defensa. Se  trata de un radar 3D o primario, no colaborativo, capaz de detectar  vuelos hostiles o clandestinos, que, por supuesto, no llevan  traspondedores identificatorios. Como equipo militar, es portátil, posee  contramedidas electrónicas para burlar interferencias, y a 15 millones  de dólares la unidad compite bien con aparatos de 25 a 33 millones.
El prototipo operativo de este aparato vigiló exitosamente el espacio  aéreo durante la reciente cumbre de mandatarios de Mar del Plata. Por su  alcance, detectaba despegues y aterrizajes en Ezeiza y Aeroparque (a  400 kilómetros de su posición), y por diseño puede monitorear más de mil  blancos, a la vez, a alturas superiores a 30.000 metros, lo que le  permitiría funcionar en los aeropuertos más congestionados del mundo.
Este radar cabe en un camión y en un avión carguero Hércules. Con apenas  diez de estos aparatos, las fronteras más vulnerables del país quedarán  bajo supervisión. Y para cerrar aún más la malla, existe un modelo más  móvil, de menor alcance, pero más sensible a los vuelos bajos (típicos  del narcotráfico).
Muy pocos países fabrican radares 3D de alta gama: Estados Unidos,  Francia, Canadá, Inglaterra, Italia, España, la República Checa, Rusia,  Japón, la India y China. Brasil, aparentemente, no tiene todavía ningún  sistema con las prestaciones del argentino. Son pocos oferentes, pero la  competencia es salvaje, a tal punto que las licitaciones  internacionales terminan anuladas por litigios y acusaciones. Es lo que  sucedió en 1998, cuando la Argentina decidió radarizar su territorio  "llave en mano" y, fracasada esta instancia, hizo un giro de 180 grados y  optó por tener una tecnología propia.
Así, la novísima carrera universitaria en radarística en Córdoba es  parte necesaria de la creciente radarización del territorio, pero  también lo será de su competitividad futura.
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